Después de casi 2 años de estar más «encerrados», creo que poco a poco muchos de nosotros estamos finalmente saliendo de la burbuja post-COVID. Aquí un pequeño resumen de lo sucedido…
En marzo del 2020 el gobierno implementó medidas de seguridad para evitar y reducir la cantidad de contagios por el COVID-19. Estas medidas incluyeron el uso de cubrebocas y gel antibacterial, distanciamiento social, así como la suspensión de actividades laborales, escolares y sociales de forma presencial.

Nuestra vida como la conocíamos cambió y, para adaptarnos a lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor tuvimos que aprender a estar más en casa y menos en el mundo exterior.
Quizás para muchos esto resultó en aprender a trabajar desde casa, modificar espacios para trabajar cómodamente, en manejar mejor el tiempo, cambiar el gym por hacer ejercicios desde casa, encontrar o retomar hobbies, cocinar más saludable… y la lista puede continuar dependiendo de las circunstancias y personalidad de cada quién. Sin embargo, considero que el denominador en común fue que muchos de nosotros optamos por evitar reuniones con amigos, evitar asistir a eventos con muchas personas y evitar convivir con personas en general.

Por ahí de Abril de este año, las medidas de prevención contra la pandemia se fueron reduciendo paulatinamente. Cines, restaurantes, eventos, conciertos y otras actividades comenzaron a reanudarse, y esto a la vez dio pie a volver a reunirnos con amigos y familiares de manera “normal”.
Después de haber estado 2 años sin interactuar mucho con personas que no fueran mi familia directa, decir “sí” a una invitación a cenar con amigos o asistir a una boda me resultaba muy complicado. Por un lado, la pandemia aún no ha terminado y quizás tome más tiempo para que se erradique por completo, pero por otro lado, he sentido que debo esforzarme en reintegrarme al mundo exterior, a convivir nuevamente con mis amigos y demás familia porque también es importante y necesario.

Recuerdo que en mis primeras salidas me sentía algo tensa (NOTA: Platiqué algo al respecto en mi post de “Amistad en tiempos de COVID”). Aún y cuando me iba a reunir con personas que tengo más de 5 años de conocerlas, me sentía nerviosa por el reencuentro, por saber si todo seguiría de la misma forma o si algo había cambiado. Además, el hecho de saber que la pandemia aún no ha terminado, me generaba cierto estrés.
Conforme han ido avanzando los meses, he ido saliendo cada vez más de la burbuja post-COVID (término que, aunque sé que la pandemia aún no ha terminado, he adoptado para referirme a mi reintegración en actividades sociales) y me he dado cuenta de lo siguiente.
Es más fácil quedarse en casa
Después de haber estado más de 2 años la mayor parte del tiempo en casa, se ha vuelto más cómodo estar en mi zona de confort, alias “casa”. Puedo estar en pijama cuando quiero, tengo todo lo que necesito a mi alcance, puedo ver películas o series en Netflix o Prime Video y si no tengo ganas de cocinar puedo pedir algo por Uber, Didi o Rappi.

Salir implica que me tengo que arreglar, ver qué me voy a poner, alistar mi bolsa y salir a tiempo de casa. Salir implica que debo vencer esa tensión que a veces siento en mi cuerpo al salir, vencer el temor de contagiarme y vencer la flojera de preferir quedarme en mi zona de confort en pijama. Pero al final, socializar y reunirnos con amigos vale completamente la pena. ¡Hay que vencer esa resistencia de querer quedarnos en casa!
Socializar mucho cansa
Ahora que he retomado salir un poco más, me he dado cuenta que ¡socializar cansa! No recuerdo que esto me afectara de esta forma antes de la pandemia, pero creo que es normal que después de haber estado más en casa por un periodo prolongado y de haber creado nuevos hábitos o rutinas en casa, salir ahora sea agotador o algo que inicialmente preferimos evitar.
Todo esto es consecuencia de lo que vivimos durante la pandemia, por lo que no podemos esperar que cambiemos drásticamente de la noche a la mañana. Ahora, cuando hago planes, veo mi calendario y trato de separar ya sea un sábado o domingo para estar sólo en casa. Habrán ocasiones en las que se junten varias actividades y salidas y esto resulte imposible, pero aún así, intento apartar algo de tiempo para recuperar energías y tratar de balancear las salidas y descansar en casa.
Debo esforzarme en aceptar invitaciones
Antes de la pandemia creo que decir “no” o rechazar invitaciones era algo que nos generaba estrés y ansiedad por lo que pudieran pensar los demás de nosotros. Durante la pandemia tuvimos que aprender a decir “no” por nuestra seguridad y la de nuestra familia, y ahora quizás nos resulta más fácil que antes.

Durante un momento que tuve de reflexión sobre este tema de salidas y la pandemia, observé que ahora me cuesta decir “sí” a salidas y eventos más que nada por flojera… lo cual… no está bien. Por esto mismo, me he esforzado en aceptar invitaciones con la finalidad de motivarme y volver a acostumbrarme a tener compromisos y asistir a ellos.
Si bien, la pandemia no ha terminado, no podemos quedarnos infinitamente en casa por el resto de nuestras vidas. Algo que me ha ayudado a salir cada vez más es pensar que de mi lado estoy haciendo lo más que puedo en evitar contagiarme. Afortunadamente estoy vacunada y me puse el refuerzo, y está en mí decidir seguir o no usando el cubrebocas y el gel antibacterial. Si a mí me hace sentir tranquila seguir utilizando el cubrebocas, el gel y las toallas desinfectantes, aunque la mayoría de las personas no lo haga, lo seguiré haciendo. De esta forma en mi mente está el que me estoy esforzando en seguir cuidándome.

Al salir de casa cada vez más seguido, he notado que, aunque aún hay “secuelas” por la pandemia en mi forma de ser y pensar, esto se vuelve cada vez más fácil con el tiempo. Nos hemos desacostumbrado a convivir como antes, por lo que es natural que nos tome algo de tiempo retomar nuestras actividades de manera “normal” y aún así, estoy segura que nunca volveremos a ser 100% como antes porque todos vivimos la pandemia de distintas maneras y, al adaptarnos, cambiamos durante ese proceso.
Hay que darnos permiso en sentir lo que estamos sintiendo sin juzgarnos y darnos tiempo para asimilar todo lo que hemos vivido con calma y paciencia. Así como nos tomó tiempo adaptarnos a estar en casa, también nos tomará tiempo ajustarnos a la “nueva normalidad”. Lo importante es no dejar que la flojera sea más poderosa que nosotros; hay que dar el primer paso y salir de nuestra zona de confort confiando en que todo estará bien y así, poco a poco volver al mundo exterior.
I think a hero is an ordinary individual who finds the strength to persevere and endure in spite of overwhelming obstacles.
Christopher Reeve