«Un día de calma después de la tormenta»… quizás el título suena muy dramático para el post de hoy. Pero lo que quiero dar a entender es que, después de varios meses de constante intensidad, creo que hoy fue el primer día que mi cuerpo cedió ante el cansancio acumulado.
Desde inicios de la pandemia en el 2020, he sentido que he estado en un remolino infinito de situaciones que resolver, de adaptarme rápidamente ante lo que se presenta y de postergar decisiones que tenía hace tiempo planeadas (mi renuncia por ejemplo). Para ajustarme a todos los cambios y retos que se presentaron, siento que mi “yo” estaba en modo supervivencia, y, estoy segura que de no haber sido así, posiblemente desde antes el cansancio se hubiera apoderado de mí y no habría podido resolver lo que necesitaba solución en su momento.
Ahora que las cosas parecen haberse calmado, estoy aprendiendo nuevamente a reconectar conmigo misma. Debido a cómo fui estableciendo las prioridades el año pasado, dejé atrás algunos de mis hobbies, sentí que todo el tiempo me encontraba en la infinita “To-do List” tachando actividades y agregando otras por completar.
Afortunadamente, escuchar música es algo que puedo hacer a la par con múltiples actividades (cosa que hago en este preciso momento al redactar este post), por lo que esto no se vio afectado, pero no me di tiempo suficiente para leer. Leer siempre ha formado parte de mí, me ayuda a relajarme, a sumergirme en otro mundo y “vivir otras vidas” a través de los personajes. Hoy, pude retomarlo en un ambiente de calma, con mi té de manzanilla al lado y música de fondo.
Además de no haber dedicado tiempo suficiente a leer, creo que descansar fue otra cosa que descuidé. Si me aseguraba de dormir, pero una cosa es dormir porque “hay que dormir” y otra muy distinta es descansar completamente, sin ninguna preocupación, sentir que tu cuerpo está relajado y despertar con energías… y creo que me encuentro en el proceso de reconectar con el verdadero descanso. Posterior a mi renuncia, aún no he logrado completamente relajarme del todo, es como si estuviera con efectos colaterales del trabajo, algo que creo es completamente normal debido a que esa fue mi rutina por 4 años.
Soy alguien a quien le gusta hacer cosas, estar en movimiento y aprender cosas nuevas. Pero el día de hoy, me di cuenta que estaba muy cansada y que tenía muchísimo sueño…normalmente no dejo que “el cansancio” me gane y busco distraerme haciendo alguna actividad aleatoria. Sin embargo, decidí ir con el flujo de mi cuerpo, y en ese momento ¡me decía que durmiera! Así que, sin pensarlo mucho, me acosté y ¡bam! Dormí más rápido que cuando es “mi hora de dormir”… me desperté entre ratos, pero mi cuerpo se sentía agotado, completamente sin ganas de moverme… así que… no me forcé, escuché mi cuerpo y decidí seguir durmiendo hasta sentirme un poco mejor.
Creo es de las pocas veces que no me siento mal por haber dedicado mi tiempo a descansar, dormir y recuperar energías. Esta semana decidí no forzar mi rutina de ejercicio si mi cuerpo no se siente con ganas de hacerlo, y está bien. Está bien de vez en cuando dejar la rutina a un lado para dedicarnos tiempo como lo queremos, escuchando las señales que nos da nuestro cuerpo… está bien vivir un día de calma después de la tormenta.
“Hay virtud en el trabajo y hay virtud en el descanso. Practica ambas cosas y no olvides ninguna”.
Alan Cohen